La gratuidad, proyectos y el uno de septiembre

Pubicado en4 comentariosCategoríasBlog

Hola a todos,

Todavía hace calor y se nota. Quizá no en el cielo, que últimamente empieza a pintar encapotado, pero todavía me levanto como un pollo por las mañanas y la oficina es un horno durante casi todo el día. No obstante septiembre ha llegado al fin, y la lástima es que no llega para quedarse: tras de sí vendrán octubre, noviembre, diciembre… alejándonos una vez más del calorcito, las terracitas y el verano.

En mi caso no es más que una cuestión de… luminosidad, ya que mis vacaciones ya hace tiempo que las dejé atrás…¡Cómo extraño esos días en los que dormía como un animal! Pero no tanto como otras personas o como me ha sucedido otros años, no vayais a pensar.

Es más, no he notado el efecto de que me he quedado sin vacaciones hasta el otro día: primero de septiembre.

Me encontraba yo finalizando un prespuesto para un cliente con mi despatarramiento lumbar acostumbrado, cuando de repente, un sonido chillón e insistente destroza mi concentración y hace que me sobresalte hasta casi casi saltar de la silla.

— ¡Cielo santo! ¿Qué será eso? — me pregunté, mientras rebuscaba entre los papeles que ocultan completamente mi mesa, a veces creo que tengo medio Amazonas desperdigado sobre mi mesa.

Levanté papeles, moví carpetas,aparté objetos de la más variada índole –desde etiquetas electrónicas hasta un modem de 56k que todavía anda por mi mesa– hasta encontrar encontrar un objeto poco mayor que un libro, de color blanco sucio –blanco «roto» que dirían las mujeres– que no cesaba en emitir aquel estridente sonido. Me quedé observándolo unos segundos, con un rictus de duda en mi cara, preguntándome qué debería hacer, cuando de repente  el sonido cesó tan exabruptamente como había comenzado.

— ¿Pero qué demonios es eso?

Bien no había finalizado de pronunciar la frase cuando el ruido volvió con tanto ímpetu que casi se me sale el corazón por la boca con el ruido. Fue entonces, cuando miré en derredor mía tratando de buscar una respuesta. En un momento dado, mis ojos se toparon con los del Pirata –que recordaréis del otro día–, el compañero con más edad del departamento de desarrollo.

— Él tendrá una respuesta — pensé poniendo mis esperanzas en su dilatada experiencia.

Acercé mi silla a su mesa, ya que su puesto de trabajo se encuentra detrás del mío, y antes de que pudiera preguntar nada me dice con voz suave:

— No tengas miedo: ese objeto se llama «teléfono». Hace ya mucho tiempo que no suena, tanto que quizá ya olvidaste su sonido.

Medité por unos instantes que podía significar aquello y aquel sonido, pero, una vez más, mi compañero se me adelantó. Por mucho que empuje la gente de las nuevas generaciones –algunos, claro está– la experiencia sigue siendo un grado después de todo.

— Significa que los clientes han vuelto a sus respectivos trabajos y los usuarios siempre celebran el fin de sus vacaciones y la vuelta al trabajo llamando al soporte técnico.

En fin. Que septiembre ha llegado y el verano se acabó.

Aventuras aparte, me alegra que os gustase el primer capítulo de mi… ¿serie? Me hace mucha ilusión que os atrajese la historia de Jean Baptiste Aldana… Hace tiempo que una idea parecida estaba botando en mi cabeza, antes incluso que la de mis piratas, así que me decidí a contarla igualmente. Eso sí, posiblemente no publico de semana en semana (es un ritmo alto de caray) pero si que me gustaría poder sacar un capítulo cada diez o quince días, tengo un montón de ideas que todavía se están asentando en mi cabeza pero os puedo asegurar que habrá aventura para rato. [spoiler] El próximo episodio sucederá en la lejana Jerusalén y traerá alguna sorpresiva [/spoiler].
A ver si os gusta.

Por último, esta semana quisiera contaros algo que he descubierto: Ya sé porqué la gente manga paquetes de folios en el trabajo, o porqué les das fuego y se te quedan con el mechero, o el motivo que se esconde detrás del extraño fenómeno que nos impulsa a comprar el champú más caro solamente porque te regala un muestra de acondicionador.

El motivo es que las cosas gratis molan.

Y estos días he podido experimentar en mis carnes el placentero sentir de obtener algo por la jeta. Y eso que yo soy cliente tipo tranquilo. No soy de los que protestan hasta que me dan un caramelo y me quedo contento, qué va. A mi si algo no me gusta: agarro eso que está en la pared y sirve para marcharse llamado puerta.

El caso, que me lío, es que me he comprado como muchos sabeis un iPhone –en el caso del mío léase finfón– de esos de Apple portando mi número a otra compañía tras varios desencuentros con mi operadora. Siempre duele finalizar una larga relación como la que teníamos, pero tuve que hacerlo. Además en la otra me ofrecían mi finfón a menos de la mitad de precio y en el internet móvil el precio era el mismo. Así que decidí acercarme a una distribuidora de la competencia y les pregunté por ambos productos. Menos mal que tenía tiempo, porque me hicieron firmar más papeles que David Beckham en un instituto femenino. Seguro que para ejecutar a un reo hay que firmar menos papeles, pero para esto: solicitud de portabilidad, contrato,compromiso de permanecia en tarifa, contrato de datos todo por triplicado –menos la portabilidad, que eran cuatro copias–. En fin, salí de allí con agujetas en la mano y preguntándome porqué no se habrá implementado el copiar-pegar en los bolígrafos y no volví hasta una semana después.

Me llevo mi flamante terminal, el pincho de datos y, gracias a una promoción, también un miniportatil a cambio de 39 pavos al mes –el precio estándar de la tarifa–. dos años de permanencia en el pincho y mi primogénito varón–. Ya sé que 39 euros durante dos años pagas como tres portátiles de ese tipo, pero todavía no acaba aquí la historia.

Pasan dos días –antes por circunstancias no pude– y al tercer día me levanté… a probar el pincho. Lo conecto y me compruebo maravillado que me descarga a la increíble velocidad de 0.02 kbps de bajada y 0.009 kbps de subida. Guau, ríete tú de la velocidad 3G, eso es velocidad absurda y no lo de SpaceBalls. Llamé al atención al cliente y les cuento mi vida. Después les conté el problema con el pincho. Hacen unas comprobaciones y me dicen que es cierto, que no hay cobertura y que se apenan por mi de aquel incidente que tuve en el cole a los nueve años. ¡Que va!, si tengo, pero les llamo para oir la aterciopelada voz del robot que te sale al principio. Nosajo.

Perfecto. Cosas que pasan por vivir en el pueblo: no hay supermercados, no hay atascos, no hay postes de telefonía, no hay internet y no hay gorrillas.

Después me dicen que llame a otro número y para darme de baja la línea. Llamé al número en cuestión y tras explicarle, por enésima vez, mi vida y después contarle el problema me dice la chiquilla:

— Jo, que pena lo que le pasó a los nueve años en el cole… es que los niños…

— ¿Señorita?

— ¿Sí?

— ¿Y si volvemos a mi problema?

— Oh, claro. Veo que tiene un ultraportatil de promoción ¿le interesaría quedárselo?

— Nosajo.

— Bien, verá. A nosotros por estadística nos interesa mantener… cierto número de altas, así que que le parece si elimino su compromiso de permancia –guay– y le cambio la modalidad de su modem USB a prepago –guay– así si no lo usa no tiene que pagar. Simplemente tírelo en un cajón y disfrute del portatil –¡yeehaa!–. ¿Le parece bien?

— Nosajo.

Asi que sí, las cosas gratis molan.

Pero no quedó ahí la cosa. Había probado el sabor de la gratuitidad y ahora necesitaba más. Aumentar la dosis, volver al subidón. Necesitaba conseguir algo. De quien fuera. Lo que fuera. Necesitaba conseguir algo más gratis.

En ese momento miro fijamente a mi finfón a los ojos. Él, temeroso de mí, ve a los míos y comienza a tener miedo. Lanzo mi dedo ráudo por su acristalada pantalla hasta entrar en el navegador. Accedo a la web de Apple… busco lo que creí que era una promoción limitada a compras directas a la appStore. Pero no. Era cierto. Para cualquier iPhone del mundo, una funda gratis. Me pido la mía tan rápido que casi me tropezaban los dedos los unos con los otros en la pantalla. Comencé a respirar más despacio. A tranquilizarme. Noté como el corazón volvía a su ritmo habitual.

Ya casi estaba… casi había saciado mi sed de gratituidad. Pero faltaba algo. Volví a guardar el teléfono en el bolsillo y comencé a pensar en el pincho que acababan de anularme. Bueno, para ser exactos, pensaba que había tenido suerte de no haber cancelado la línea de datos de la otra compañía aún, porque si no estaría sin internet en estos momentos… un momento, mi otra compañia…

Saqué mi teléfono nuevamente, marqué el número de asistencia de mi compañia anterior y consulto si la línea tiene todavía permanencia. No. Venció justamente hace una semana. Salté como un guepardo sobre una cría de antílope sola, con los ojos cerrados y en silla de ruedas en dirección a una distribuidora de la citada compañía y veo con ojos vidriosos: Altas nuevas: base wifi gratis.

Sonreí. Tendría que firmar más papeles, pero volvería a satisfacer mis ansias.

Así que ya sabéis, si la próxima vez me veis sentado en la tapería nervioso y balanceándome ligeramente adelante y atrás: sujetadme. En cualquier momento hago un «simpa».

Un abrazo a todos

🙂

4 comentarios en “La gratuidad, proyectos y el uno de septiembre”

  1. Ya sabes que lo bueno no suele durar y en la mayoría de los casos se acaba en septiembre… Bienvenido al curro de siempre.

    Sobre lo del pincho de tu nueva compañía es una auténtica putada que no haya cobertura 3g. Ahora tendrás que volver a contratar a los de garrafone. Espero que no te salga muy caro (aunque si regalan una base wifi…)

    Pensé que ya sabías lo de la funda gratis para los iphone hasta septiembre. Yo lo leí en una noticia y lo hicieron para «corregir» el fallo de la antena. Un poco más y te quedas sin ella, creo que cuesta unos 50 pavos.

    No te acostumbres demasiado a lo «gratis»…

    s2!

  2. No, el precio va a ser el mismo. pero con una base güifi por la patilla. 🙂

    Y lo de la funda pensé que era para los iphones comprados a través de la app.store no para to quisque…

    ¡Viva lo gratis!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *