La esperanza es el sueño del hombre despierto.
Recuerdo, cuando era niño, que la víspera de cada seis de enero, por la noche, esperaba al lado de la ventana de mi habitación, que daba al patio exterior, albergando la esperanza de poder ver a los Reyes Magos y contárselo a mis amigos. Me quedaba esperando, primero de pie, luego sentado, y ya finalmente, cuando el sueño me vencía, apoyaba mi cabeza sobre el frío cristal, hasta que finalmente el sueño vencía la batalla.
Año tras año se repitió la escena, siendo cada vez más corta la aventura , hasta que un mal año me di cuenta de que ya no albergaba esperanza, con lo cual, dejó de tener sentido esperar por alguien que nunca llega, aunque venga desde tan lejos.
Sin duda, como dijo Lorca, el más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta.
Pasaron los años, y el dolor de la esperanza muerta fue remitiendo con el devenir de la madurez.
Mi esperanza quedó soterrada en un viejo cofre del que había extraviado la llave, y así habría permanecido eternamente de no ser porque en otro mal día, cierto narrador, de nombre Gonzalo, a cuya ilustre prosa sólo hace sombra la escasa honestidad de su palabra, prometió hacerme partícipe de su más genuina creación: una novela sobre piratas.
Prometió el narrador enviar a mi correo personal las primeras treinta y cinco páginas de su primera novela, y fue entonces que volví a recuperar aquella vieja esperanza de ver cumplidos mis deseos de ver llegar aquello que tanto anhelas tras la espera.
Fue así entonces que consulté día tras día mi correo, hasta que finalmente, otro mal día, ya cansado de esperar, me di cuenta de que el tal Gonzalo tenía menos palabra que un telegrama.
Zalo: ¿dónde coño está la novela? Cabronaazooooo. Xd.:)))
2 comentarios en “La esperanza y otras cosas…”
Iñigo Jarque abrió los ojos repentinamente tomando una gran bocanada de aire.
No conseguía ver nada, pues todo estaba borroso, desenfocado. A sus oídos llegaban sonidos lejanos, amortiguados. Dedicó unos segundos a calmar su respiración y poco a poco fue incorporándose hasta quedar sentado ¿Estaba sobre cubierta? Desde luego aquello parecía madera. Cuando se movió, notó que algo le molestaba en el pecho, en el mismo lugar en el que había soñado que un soldado inglés le hundía dos palmos de acero durante un abordaje… pero… ¿no había muerto?
Poco a poco su mirada fue aclarándose y pudo ver con toda nitidez como, sobre su pecho, sobresalía la bigotera y la espiga de una espada. Antes de poder preguntarse nada observó como un soldado ingles, sujetó con firmeza la espada, le puso un pie sobre el pecho y tiró de esta hasta sacársela completamente del cuerpo. Dios, eso dolía. Casi tanto como cuando entra. El soldado limpió lentamente la espada cubierta de sangre e Íñigo con gesto descompuesto por la sorpresa dirigió una mirada al hombre que lo acababa de matar con una estocada directa y certera al pecho en un momento en que bajó la guardia durante el abordaje…
— Creí que era un sueño, un mal sueño… tú… — titubeó — ¿me habías matado? ¿cómo…?
— A mi no me preguntes — interrumpió el inglés — ya te he matado con esta, cuatro veces y tu a mi otras tantas… pero al cabo de un rato volvemos al punto de partida. Esto es de locos.
Al otro lado del barco el capitán pirata Roger Jackson y el comodoro de la marina inglesa James Kellaway se encontraban apoyados en la baranda del castillo de popa con sendas botellas de ron en la mano. Tras unos instantes una bala de cañón hizo saltar por los aires un trozo de la cubierta a escasos centímetros de ellos, pero estos ni se inmutaron pues sabían que, escasos segundos después, aquellas astillas que habían salido volando como puñales, volverían a su sitio ellas solas dejando la cubierta nuevamente incólume.
— Cuanto creéis vos que se prolongará este infierno, señor Kellaway.
— Lo ignoro, capitán Jackson. Lo que si sé es que estoy cansado de que el abordaje se repita una y otra vez, con mil resultados diferentes, con muchos hombres muertos y heridos para que finalmente todos reaparezcan en sus respectivos barcos justo antes de haber realizado el asalto. Menos mal que vos teníais ron. Al menos estaremos cómodos hasta que el creador decida que esto acabe.
— Estoy hasta la quilla del creador — replicó Roger — He estado veinte páginas sin saber como me llamo y ahora esto… ¡¡maldito seais vos, hijo de un mal dios!!
— Cálmate, somos ambos perros viejos y sabemos que no hay que enfadar al escritor del libro… déjale que pruebe, acabará por saber como acabar el capítulo. Además tu no sabrías como te llamas, pero a mí me han puesto el físico de un personaje de anime y el apellido de una escritora del Financial Times… ¿pero qué narices es el Financial Times?
— ¿Y como sabes eso?
— Porque el otro día tuvimos una entrevista. Quería saber si debería matarte o no en nuestro lance y cómo quedaría mejor en escena. Se ve que hay alguien que le está metiendo prisa y eso lo desconcentra…
— En fin — resopló resignado el capitán pirata– ¿otra botella?
Y en aquella esquina del amplio océano dos capitanes enemigos compartían ron mientras sus tripulaciones se aniquilaban una y otra vez hasta que yo, el creador, encuentre la mejor manera de finalizar el capítulo y mostrárselo a Javi.
FIN
Jejeje, buenísimo, jeje. De momento me conformo con lo leído. xdddddddddddd. 🙂